sábado, 8 de enero de 2011

Japon es el paraíso del reciclaje


Japón es el paraíso del reciclaje. Sin duda. Los manuales que las administraciones locales entregan a los vecinos para que éstos separen correctamente las basuras tienen más de 30 páginas, la ropa usada se mete en los contenedores lavada y seca, las botellas se tiran sin etiquetas, los briks, enjuagados, y los electrodomésticos, con el nombre del dueño.

Para contaminar incluso menos, el Gobierno ha retirado del mercado todas las bolsas de basura de color negro, y las ha sustituido por otras semitransparentes que, al incinerarse, lanzan al aire menos toxinas. Eso sí, los cuervos, abundantes en este país, pueden ver el interior de las bolsas y elegir a la carta su alimentación. La consecuencia: se han multiplicado, y ahora las autoridades luchan contra ellos
denodadamente.

Chikako Tezuka, ama de casa y madre de tres hijos, vive en una cara urbanización del centro de la capital del país en la que el conserje se encarga de acabar de clasificar la basura que las familias de estas viviendas generan. Por eso, ella se limita, como el resto de sus vecinos, a hacer lo imprescindible, que en el caso de Japón es separar los desechos combustibles de los no combustibles (metal, cristal…) y poner aparte el papel, las botellas de plástico, las pilas, los vaporizadores, la ropa, los medicamentos y los restos de productos peligrosos, como lejías y detergentes.

Lo habitual, sin embargo, es vivir en un edificio en el que los vecinos se reparten la tarea de ocuparse de comprobar concienzudamente la división adecuada de las basuras, lo que dado el alto grado de civismo de este país —donde nadie quiere destacar respecto a los demás— les obliga a cumplir estrictamente las normas. El resultado es que el 90% clasifica bien sus desechos y los deposita en los días y lugares adecuados.

La tarea no es fácil, ya que la normativa obliga, por ejemplo, a que un simple recipiente de yogur se divida de la siguiente manera: la tapa es combustible, pero el resto, incombustible (recipientes separados). Si es un yogur natural o bio, hay que quitarle el papel que le rodea. Luego, hay que separar las piezas, lavarlas, secarlas y clasificarlas. ¿Y una media de mujer? La normativa es clara: una sola es incinerable, pero un par se considera ropa usada, aunque “únicamente si no tienen carreras y combinan entre sí”. Después, como siempre, hay que lavarlas y secarlas.

Botellas lavadas

Las bolsas donde se guarda la basura tienen también sus propias reglas. En los 23 distritos que integran la capital japonesa las normas son las mismas. Deben ser las reglamentarias y haberse comprado en supermercados o grandes almacenes. Si son diferentes por haberse adquirido en otra jurisdicción, los servicios municipales directamente no las retiran. No obstante, las normas, que varían en su complejidad de distrito a distrito y de prefectura a prefectura, tienen un común denominador: todas exigen lavar las botellas de plástico y cristal, retirar sus etiquetas, enjuagar los bricks de leche, nata o zumos de fruta, así como doblarlos o abrirlos para que ocupen menos lugar.

Los desechos de mayor tamaño (muebles, aparatos electrónicos, bicicletas o PC) deben llevar pegados una etiqueta adhesiva oficial, con datos del usuario para su identificación posterior , por si existe algún tipo de problema en el reciclado.

Si el aparato no lleva esta etiqueta, los camiones de basura de un servicio especial de recogida no retirarán el electrodoméstico. Estos camiones llevan escrito en caracteres de grandes dimensiones la palabra nottainai, que significa “no tirar”. Con ello, las autoridades intentan concienciar a los vecinos, con un gran poder adquisitivo, de que recapaciten y no se desprendan del objeto, que lo regalen o que
lo vendan en el inmenso mercado nacional de segunda mano.

Basura y descuentos


Tokio genera cada día 12.500 toneladas de basura, una cifra inferior a las 14.000 de Nueva York, pero casi el doble que las 7.000 toneladas que produce Londres. En el distrito de Adachi se ha introducido un novedoso sistema de reciclaje que incluye la utilización de una tarjeta con chip. Por cada botella de plástico que entregan los clientes en los supermercados, se consiguen cuatro puntos. Cuando el consumidor logra 1.000 puntos, el establecimiento está obligado a canjeárselos por descuentos. Se trata de un sistema similar al existente en el barrio de Meguro.

En esta ocasión, los puntos se obtienen renunciando a recibir bolsas para transportar la compra. Pero todo tiene una explicación. En Japón, lo normal es que al comprar un artículo éste se empaquete, se envuelva en papel, se le pegue un motivo decorativo y se le introduzca en una bolsa con el nombre del establecimiento, casi siempre de papel, a la que se le adhiere un celo para cerrarla. Todo esto hace que, a veces, el valor del envoltorio sea superior al objeto adquirido. Por ello, las autoridades han pedido a los establecimientos comerciales y a los clientes que simplifiquen este proceso por no ser sostenible.

Los días y horas de la recogida de desechos dependen del área en que se viva y están indicados con carteles situados en las calles. Carteles y basura están cubiertos por unas redes semejantes a las de pesca para evitar que los cuervos abran las bolsas. Normalmente, la basura combustible se retira de dos a tres veces por semana, y la no combustible sólo una. Esto supone que si se come pescado el día erróneo, se deberá soportar el olor de los restos hasta cuatro días en el domicilio.

Fuente.
Articulo original escrito por Gloria Torrijos y publicado en el diario EL PAIS (17 nov. 2007).



  

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